Cuando trabajaba como lobbista en Bruselas me empeñaba en
decir que nada era blanco o negro, que todo era gris. ¿Cómo sino iba a
justificar mi trabajo?
Con el tiempo he llegado a la conclusión de que el gris no
existe. Como decía el profesor Pizarroso “no hay gente de centro, solo de derechas
o de izquierdas”, porque, efectivamente, si alguien se tiene que definir de
izquierdas o derechas en un gradiente del 1 al 10 el 5 siempre es derechas y el
6 izquierdas.
Así que ahora soy más radical. El que calla otorga. El que
no denuncia es culpable. El que no actúa forma parte del problema. Lo que está
mal está mal y no hay matices.
Pero tan radical soy en mi lectura del bien y del mal como en la de nuestra capacidad para eludir el mal y solo hacer el bien. Coexistimos
con ambos valores y aceptamos cosas que están mal porque no somos capaces de hacer
otra cosa.
¿Porque no somos capaces de evitar el mal? Pues muchas veces
porque hay demasiado y nos diluiríamos en la lucha. Otras porque estamos
cansados, porque aceptamos que forma parte del juego, porque no somos capaces
de identificarlo.
Esto tan abstracto es impactante en lo concreto. Os pongo un
ejemplo. Muchas ONGs se niegan a trabajar con petroleras, a aceptar su dinero
sucio de sangre y espolio. Sin embargo, todas ellas usan la gasolina en algún momento.
Es inevitable. ¿o no?
Llevado a la cotidianeidad también es rompedor. Pensad en
algo que os destrozaría que os hicieran, algo que consideráis que es malo, como
por ejemplo engañar. Pero seguro que alguna vez habéis engañado a alguien.
En ambos caso, el general y el específico, el mal es menos
malo cuando lo hace uno. Las ONGs consideran legítimo usar el coche, porque ellas
lo hace, pero no legítimo cerrar acuerdo con las petroleras porque ellas no lo
hacen. El que engaña siempre considera que los atenuantes de su engaño lo
justifican, pero cuando se vive un engaño el dolor no remite porque existan atenuantes.
Entre estos dos ejemplos podéis empezar a meter lo que os
plazca, el político corrupto, el taxista que os tima, el presidente que permite
un Guantánamo, el que abusa del poder.
¿Solución? Pues a mi se me ocurre un camino que es empezar
por uno mismo y ser lo mas coherente posible después. Todo pasa obviamente por
dedicarle tiempo a pensar. Pensar antes de hacer, pensar cuando se hace y
pensar después. No pensar con la cabeza, pensar con el corazón. Ponerse en la
piel de la persona a la que dañamos, ponerse en la piel del indio expoliado sin
tierras, ponerse en la piel del que no tiene para que nosotros tengamos, buscar
alternativas que sean buenas y disfrutar de ellas para vivir mejor. Porque
amigos, se vive mucho mejor, haciendo el bien que el mal.
Les dejo con el lema de mi casa, que a mí me ayuda a seguir
avanzando por el camino que quiero: bondad, alegría y amor. Que lo disfruten
también.
1 comentario:
Hola,
Enhorabuena en primer lugar por el propósito de tu blog.
Yo soy un apasionado lector de blogs(de los que tienen contenido reflexivo).Me he detenido porque tu publicación sobre el bien y el mal es uno de los debates antropológicos por excelencia desde los orígenes.
Veo que has ejemplificado con un poco de crítica hacia algunas ONGs,que son una referencia actual de moralidad.Casi es inevitable referirse de algún modo a ellas ¿verdad?
Pues yo también voy reflexionando siempre que puedo sobre moral,humanidad,solidaridad...
Te voy a dejar si te parece dos enlaces a dos entradas relacionadas con los temas que has abordado en ésta:
http://diegomsica.blogspot.com.es/2008/11/intencin-y-conciencia.html
http://diegomsica.blogspot.com.es/2012/07/misioneros-por-el-mundo.html
Saludos
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