Esta mañana he dudado entre coger el tren o el coche para llegar hasta el sitio donde tenía mi primera reunión. En verano Madrid es transitable, no es que sea como antaño una ciudad vacía del 15 al 15, pero usando el coche puedo llegar a ahorrar entre 20 y 45 minutos.
Sin embargo, el tren me da vida. Me permite leer durante el trayecto, me sirve de transición entre mi vida familiar y el inicio de mi jornada laboral y además, me obliga a caminar un rato. Este ha sido el razonamiento que he seguido para decidirme por el tren.
Una vez ya dentro del tren, con mi “Cradle to Cradle” en versión original entre las manos, he vuelto a vivir un par de experiencias humanas que tanto me marcan. En la estación de El Pozo, como no, ha subido un “perro flauta”, a pedir dinero. Y una parada más tarde, en Asamblea de Madrid, ha pasado el chico sin brazos, un habitual de los semáforos de Colón, que se pasea con un mini lleno de monedas en la boca, que agita para llamar la atención y pedir dinero.
De nuevo se me encoje el corazón pero me niego a sacar la moneda. “No”, me digo, “no fomentaré la mendicidad”. Casi inmediatamente me viene a la cabeza que el pobre chico sin brazos tiene un problema serio para poder ganarse el pan, enlazo este pensamiento con el pobre perro flauta del Pozo que sin duda es heroinómano, para aterrizar en el típico “seguramente reciben ayudas del gobierno y en cualquier caso no es mi problema, si tuviese que ayudar a todas personas que no tienen capacidad para ganarse el pan, en realidad esta es la función de mis impuestos ¿no?"
Hasta aquí nada nuevo ciertamente. Sin embargo este torbellino de pensamientos que ha tenido lugar en apenas 15 segundos, ha sido el detonante de la bomba que llevo ya fabricando un buen tiempo en mi pensamiento: “Necesitamos un cambio de modelo de Estado”. ¿Porque? Por qué no confío en el sistema actual. Llevo tiempo barruntando este pensamiento que ahora he concretizado en la frase lapidaria anterior. Llevo tiempo pensando que deberíamos poder decidir como queremos gestionar nuestro dinero dedicado a fines sociales, más allá de la simple elección de un presidente del gobierno y un congreso. En un país donde no existe un sistema eficaz de rendición de cuentas deberíamos poder elegir como se utiliza nuestro dinero para desarrollo, por ejemplo.
Supongamos un sistema en el que yo decido que el porcentaje de mis ingresos tributarios que corresponde con la ayuda a los más desfavorecidos lo invierto en tal organización o tal organización que yo elijo, y automáticamente se me descuenta de mi balance tributario anual. ¿No sería esto más justo que seguir dejando que el Estado le de el dinero a quien él considere?
Bueno se trata de un planteamiento muy simplista pero lo que quiero intentar transmitir es que seguimos aceptando un modelo de gestión de Estado que es muy arcaico y que ya no se ajusta a los tiempos actuales. Se ha viciado el sistema y ya no cumple con las funciones para las que fue diseñado.
Quiero señalar que no creo que esto se arregle con la privatización de los servicios públicos. Pero desde luego tampoco se va a arreglar manteniendo los sistemas actuales. Seguiré dándole vueltas a este concepto porque estoy segura de que se podría plantear un cambio útil que funcionara y permitiera sanear el sistema, obsoleto y disfuncional, que tenemos en la actualidad.
Hoy, después de muchos días, vuelvo a tener una banda sonora, en honor a Elías. The Sunday Drivers, Little Heart Attacks, enterito, de modo que esta entrada s la dedico a Jero y a sus chicos, que como dice Alaska, “no se que me dan que me hacen volar”. Acaban de sacar su nuevo álbum que me muero por escuchar… Ay los Sundays, si amigos, soy grupi que le vamos a hacer.
Con el “la la la” de “Little heart attacks” me despido hasta la próxima, que espero no tarde tanto como las tres últimas.
miércoles, 22 de julio de 2009
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