Ayer no compré el periódico por primera vez en un mes. Ayer ganaba Obama las elecciones. Ayer veía a las 8:35 am las primeras imágenes del primer triunfo electoral de un aspirante negro afroamericano a la Casa Blanca. Ayer le decía a Elías que había nacido el año en que España había ganado la Eurocopa, Nadal era campeón del mundo, Obama había ganado las elecciones y Muriel se había ido.
Y de repente me puse a llorar.
Tuve un flashback y recordé el 11 S. Yo estaba en el Parlamento Europeo siguiendo un voto de la comisión de medio ambiente. De repente empezó a crecer un murmullo y gente entraba y otros salían. Alguien se acercó a la mesa presidencial. DDc entró en la sala y me dijo: “un avión se ha estrellado contra las torres gemelas, lo estoy viendo en la tele del despacho.” “Voy contigo”. Cuando abandonaba la sala oí como el presidente anunciaba la suspensión de la sesión. Al llegar al despacho de Eurodiputado fuimos testigos en directo del segundo impacto. Durante unos segundos pensamos que era otro accidente, pero pronto nos dimos cuenta de que la catástrofe no podía ser fortuita. El teléfono empezó a sonar. DDc me sacudió: “van a evacuar el Parlamento, tenemos que salir de aquí”.
Ese día también lloré sin ser demasiado consciente de porque. En lo más profundo de mi ser sabía que nada volvería a ser lo mismo, que el atentado había sacudido tan fuerte los cimientos de la estructura mundial que esta, estaba irremisiblemente dañada y habría que reconstruirla de otro modo. En gran parte me sentí tremendamente implicada en el cambio. Tuve la impresión de estar viviendo algo grande, por primera en mi vida.
Supongo que ayer me pasó lo mismo. No he seguido las elecciones, seguí las primarias con mucha atención pero me desinfle con las verdaderas elecciones, quizás por miedo a lo que estas significaban, quizás porque ya sabíamos todos lo que iba a pasar y eso le ha quitado interés, quizás porque como la crisis, las elecciones han sido tan sonadas que, con seguir un poco las noticias en los medios habituales ya bastaba. Sin embargo ayer sentí que era un gran día, un día histórico…
Estamos viviendo un enorme cambio que empezó con el 11S y no sabemos donde acabará. Si Obama es un presidente tan bueno como todos esperan (madre mía que responsabilidad la suya), si no le matan y le dejan trabajar (como sugería Santiago Carrillo en los desayunos de la Uno el otro día), el cambio devolverá la hegemonía a los Estados Unidos. Si no es tan buen presidente o, si le matan, quien sabe hacia donde apuntarán los nuevos aires. Solo espero que se trate de un cambio tranquilo y que todo esto no desemboque en un periodo de caos.
Recuerdo a Muriel que tanto habría disfrutado con esto. La echo de menos.
Y miro a Elias que duerme placidamente y pienso que la vida es muy hermosa y que nos queda tanto por hacer y por vivir… Como suelo decirle a mi Santo, “no nos va a dar tiempo”.
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jueves, 6 de noviembre de 2008
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